LA NEUROPSICOLOGÍA EN LA EDUCACIÓN
FÍSICA:
La Educación
Física actual no solo tiene un valor pedagógico, sino también sanitario,
actuando como factor de prevención de primer orden a nivel físico, social,
mental y emocional. Las últimas investigaciones en neurociencia, han demostrado
múltiples beneficios del ejercicio físico sobre el cerebro a nivel molecular,
estructural y funcional. Uno de los más destacados es el incremento de BDNF,
una molécula que favorece la neurogénesis y la creación de nuevas sinapsis,
entre otras funciones. A nivel estructural también contribuye al aumento del
volumen de ciertas estructuras relacionadas con el aprendizaje y la memoria,
como la corteza cerebral, la amígdala o el hipocampo. La actividad física
mejora el flujo sanguíneo del cerebro, segrega moléculas y neurotransmisores
relacionados con el aprendizaje y en definitiva, provoca una mayor actividad
cerebral, por tanto, una mejora de todas las funciones cognitivas del cerebro,
incluidas las que más se utilizan en el aula.
La Educación Física es una materia que reporta
innumerables beneficios al ser humano, por ejemplo, que es crucial para el
desarrollo armónico del cerebro.
Se indica
que más del 80% de niños y niñas Argentinos en edad escolar únicamente
practican actividad física en la escuela, dicha actividad física es
insuficiente para conseguir un óptimo desarrollo neuromotriz, teniendo en
cuenta que en la escuela primaria tienen solo una hora semanal en la mayoría de
las provincias y dos horas o dos horas y media en secundaria.
Dicha
asignatura podría desempeñar un papel importante en la prevención de sobrepeso
en niños y mejora del rendimiento cognitivo y académico. Parece que ha llegado
el momento de reconsiderar el papel más amplio que podría tener la Educación
Física dentro del marco escolar, no sólo desde un punto de vista pedagógico,
sino también sanitario, favoreciendo el aprendizaje y potenciando las
habilidades mentales tales como la memoria, la resolución de problemas, toma de
decisiones, la motivación y la atención. La Educación Física tanto en los centros
de enseñanza primaria (de 6 a 12 años) como en los de secundaria (de 12 a 17
años), podría convertirse en el elemento central de un sistema comunitario que
garantice a los estudiantes (100% de niños y adolescentes) la participación en
la actividad física recomendada para desarrollar estilos de vida saludables.
En cuanto al
sedentarismo y obesidad tenemos que tener en cuenta que tenemos 6 de cada 10
niños obesos (comunicación personal DR CARLOS SABGH).
Si tenemos
en cuenta que es crucial la pubertad para definir el futuro de los niños en
cuanto a la obesidad: https://consejosde-entrenamiento.blogspot.com/2017/08/el-tejido-adipodo.html
La educación física constituye una medida
integrada de todas las funciones y estructuras que intervienen en la
realización de actividad física o ejercicio. Estas funciones son la
músculo-esquelética, cardio-respiratoria, hemato-circulatoria,
endocrino-metabólica y psico-neurológica. Un alto nivel de condición física
implica una buena respuesta fisiológica de todas ellas. Por el contrario, tener
un bajo nivel de condición física de alguno de sus componentes, podría indicar
un mal funcionamiento de una o varias de esas funciones. Esta es en esencia la
explicación fisiológica que sostiene la fuerte y consistente asociación
observada en adultos entre nivel de condición física, morbimortalidad y
envejecimiento cerebral.
Twisk y
colaboradores encontraron una asociación entre presión arterial sistólica y un
índice de capacidades físicas neuromotoras compuesto por fuerza muscular,
flexibilidad, velocidad de movimiento y coordinación; y con la suma de cuatro
pliegues subcutáneos. Datos procedentes de un estudio longitudinal realizado
durante quince años mostró, además, cómo el nivel de las capacidades
neuromotoras (motor fitness skills) en la adolescencia, se relacionaba
positivamente con la densidad mineral ósea en la edad adulta24. Lo que sugiere
que el bajo nivel de velocidad y agilidad en la adolescencia, además de estar
relacionadas con ciertos factores de riesgo cardiovascular, también se asocian
a problemas óseo-articulares en edad adulta, haciendo por tanto necesario la
inclusión de estas capacidades en los programas destinados a la promoción de la
salud.
La
flexibilidad es la única capacidad que involuciona con el crecimiento de la
persona y es evidente que es muy importante para el bienestar y calidad de vida
en la edad adulta. No es una capacidad que se asocie directamente con
marcadores de salud cardiovascular; sin embargo, existe evidencia científica
que muestra relación entre la falta de flexibilidad en la infancia y la
adolescencia con un mayor riesgo de sufrir dolor de espalda en la edad adulta,
siendo una de las principales causas de baja laboral en adultos. Aragunde y
Pazos informan que más del 70% de los niños con dieciséis años aseguran haber
sufrido dolores de espalda y de estos, el 80% volverán a sufrirlos en edad
adulta.
Estudios longitudinales han constatado que el
nivel de condición física y la presencia de factores de riesgo cardiovascular
en la edad adulta están directamente relacionados con el grado de condición
física que se tuvo en la adolescencia. Aunque las manifestaciones clínicas de
la enfermedad cardiovascular aparecen habitualmente durante la edad adulta, su
origen patogénico hay que buscarlo en etapas como la adolescencia e incluso la
infancia. La existencia de una relación directa entre bajo nivel de forma
física y diferentes factores de riesgo cardiovascular tales como obesidad,
diabetes o síndrome metabólico tanto en edad adulta como en la infancia y
adolescencia, hoy día es una evidencia científica. El rol que adquiere una baja
forma física como factor de riesgo cardiovascular, supera incluso al de otros
factores bien establecidos tales como dislipidemia, hipertensión u obesidad.
Por tanto, los bajos o patológicos niveles de condición física en la infancia y
adolescencia deben ser considerados un importante problema de salud.
La actividad
física regular en niños y adolescentes además de tener un considerable impacto
en la salud pública, también lo tiene a nivel académico. Resultados de
recientes revisiones y meta-análisis indican una asociación positiva entre la
actividad física, condición física y rendimiento cognitivo y académico en niños
y adolescentes.
La posible
explicación científica de obtener mejores resultados académicos al incrementar
el tiempo de Educación Física puede encontrarse en los resultados de recientes
investigaciones en neurociencia, en las que se ha demostrado que la actividad
física mejora el funcionamiento cognitivo , gracias entre otros, al incremento
de la producción de BDNF (Brain Derived Neurotrophic Factor), molécula que
favorece la creación de nuevas conexiones neuronales (sinaptogénesis) y nuevas
neuronas (neurogénesis).
Se ha
demostrado como el volumen del hipocampo, considerada la región del cerebro
encargada del aprendizaje y la memoria, es mayor en aquellos ratones que
practicaban ejercicio físico regular, frente a los que llevan un estilo de vida
más sedentario.
Otros
experimentos consistían en comparar el comportamiento de estos roedores ante
diferentes situaciones, observando como los ratones que practicaban actividad
física eran más resolutivos que los sedentarios.
Gracias a la
neuroimagen se ha demostrado de forma contundente como las personas con mejor
condición física tienen un mayor volumen del hipocampo, además de otras
estructuras cerebrales también relacionadas con el aprendizaje. Posiblemente
esto podría explicar el efecto positivo del ejercicio físico sobre el factor
neurotrófico derivado del cerebro (BDNF), incrementando las conexiones
neuronales o sinapsis y posibilitando la creación de nuevas neuronas, haciendo
con ello que aumente la plasticidad cerebral, influenciando positivamente en el
aprendizaje, en las funciones ejecutivas, en la toma de decisiones, en el
pensamiento y en la memoria.
Por el
contrario, cuando dejamos de hacer ejercicio, al igual que ocurre con la
musculatura esquelética de nuestro cuerpo, la producción de BDNF y por tanto la
plasticidad cerebral, decaen.
No solo se
sabe que mientras realizamos actividad física aumenta la oxigenación cerebral y
liberación de endorfinas, sino que se genera una respuesta hormonal y de
determinados neurotransmisores como la noradrenalina, serotonina, oxitocina y
dopamina. Compuestos químicos que desarrollan un papel muy importante en los
procesos cognitivos, en especial en la atención.
La
serotonina, es otro neurotransmisor liberado con la actividad física que produce
calma, control de uno mismo, adaptabilidad y humor estable . Se sabe que cuando
nuestros músculos trabajan, liberan ácidos grasos a la sangre, que en acción
conjunta con el triptófano (aminoácido esencial) incitan la producción de
serotonina, la cual, es estimulada por el incremento de BDNF, secretado al
movernos.
Otro
neurotransmisor producido por la actividad física es la norepinefrina,
estudiada para entender el humor, y que tiene un efecto potenciador de la
atención, la percepción, la motivación y la excitación.
La dopamina
es otro beneficioso neurotransmisor que se produce con la actividad física. Se
relaciona con el buen humor y regula la motivación, provocando una mayor
perseverancia para conseguir un reto, un objetivo o una meta. Es la hormona de la
recompensa, lo que nos hace volver a repetir un comportamiento. Por ejemplo
cuando comemos al tener la sensación de hambre o cuando logramos un objetivo
tras correr un riesgo. Si el objetivo es educativo y conseguimos generar más
dopamina en nuestros discentes a través de la actividad físico-deportiva o el
juego, podríamos conseguir que aumentara la motivación del alumnado y por tanto
la atención en el aula; en definitiva su rendimiento académico.
Sabemos
también que mientras se juega, al igual que sucede cuando se realiza ejercicio
físico, también se libera dopamina debido a la incertidumbre y posterior
recompensa cerebral, favoreciendo con ello la transmisión de información entre
el hipocampo y la corteza prefrontal, promoviendo así la memoria. Por tanto, si
unimos actividad física y juego, es decir Educación Física, estos efectos se
ven favorecidos.
Los estudios
y las investigaciones actuales en neurociencia recomiendan realizar entre
sesenta y noventa minutos de actividad física al día para un mejor funcionamiento
del cerebro y rendimiento cognitivo en las personas de cualquier edad,
especialmente en la infancia y adolescencia.
Lic. Gabriel
Vercesi
No hay comentarios:
Publicar un comentario